Adquiérala en HENRY LIBROS, Alsina 27, Bahía Blanca o www.henrylibros.com VENTAS POR INTERNET: edicionesdelbuscador@gmail.com

domingo, 7 de febrero de 2016

Fragmento del capítulo AUTOBOICOT

ADQUIERA SU EJEMPLAR EN LIBRERIA EL TUPI NAMBA, Dufaur 74, Monte Hermoso, HENRY LIBROS, Alsina 27, Bahía Blanca, y DESEADO LIBROS, 12 de octubre 757, Puerto Deseado.


Autoboicot

Se cumplía la tercera noche sin dormir. La situación era claramente insostenible y mis nervios se tensaban ante la expectativa de que algo sucediera. Algo curioso, y que el mismo Vivaldi me hizo notar, fue que traté de cuidar mi aspecto exterior. Agotado, pero cuidadosamente afeitado, parecía estar listo para que ella asomara desde la nada. Ahora había pruebas concretas, o al menos un poco más creíbles, de su existencia. Había podido descartar un montón de fantasías, sospechas, deducciones, hipótesis, estudios y reconstrucciones oníricas. Estábamos cerca, pero para poder encontrarla necesitaba sobrevivir.
    -Estás tan débil que si ella entrara ahora por esa puerta y se presentara, te desmayarías. Un papelón, amigo...
    Las palabras de Antonio fueron certeras, pero no me aportaban ninguna solución, y se lo reclamé.
    Insistió:
    -Algo tenés que hacer por tu vida. Eduardo te puede orientar, como lo hizo conmigo.
    Las frases cortas eran más que nada un desafío para encontrar alguna réplica. Mi mirada interrogante lo habilitaba a seguir.
    -Hace cinco o seis años, frente a una gran confusión sentimental, y cuando estaba a punto de cometer un grave error o un grave acierto, no lo sé, Eduardo me recomendó a una terapeuta holística que venía a pasar el invierno en Monte. Justamente ella creía que hay una energía en las aguas, en el paisaje, en algunos sitios especiales, y que su trabajo en la ciudad era extenuante. Este lugar le permitía ordenar sus pensamientos, su subconsciente, y otras cosas que escapan a mi conocimiento, como comprenderás. Y se financiaba la estadía atendiendo a algunos pacientes.
    Lo miré mientras repasaba las páginas impresas en las que podían estar las claves de mi búsqueda o de los últimos días de esta parte de mi vida y no pude emitir ninguna pregunta. Creí entender que me estaba recomendando a una adivina, aunque él sabía desde siempre que yo rechazaba todo método de predicción del futuro. Debo haber emitido algún carraspeo, o tal vez un gesto de mis labios denotó escepticismo. Él siguió.
    -No es una curandera, ni una parapsicóloga de las que andan por las radios de los pueblos pidiendo fechas de nacimiento en papelitos para decir algunas generalidades y sacarle plata a la gente. Nunca te recomendaría algo así. Es una mujer sabia, frágil en la vida cotidiana pero imponente cuando acepta que tiene una misión y se compromete con la necesidad de la persona que tiene adelante. No sé si tiene alguna creencia religiosa, y nunca me animé a preguntárselo, pero pude observar que tiene una visión, digamos, multifacética del ser humano.
    A medida que avanzaba con su explicación, me fui desorientando. El cansancio físico y mental me estaba jugando una mala pasada, y le pregunté si ella servía para buscar personas que devolvían cosas en la playa y dejaban mensajes escritos.
    Lejos de ofenderse, Vivaldi redobló la apuesta:
    -No, no... eso no. Ella no es detective hacia afuera, pero sí hacia adentro. Creo que no va a encontrar a la persona que buscás, porque esa es tarea tuya. Pero puede ayudarte a recuperar la verticalidad que perdiste con esta obsesión. Cuando me preguntaba por alguna reacción mía, intempestiva o irracional, ella preguntaba: "¿por qué lo hiciste?", y ante mi encogimiento de hombros replicaba con cierta musicalidad: "tenés que saber... como les digo a mis hijos: tenés que saber". Ahora va a permanecer acá por un par de meses. Un poco de terapia no te vendría mal para volver a sonreír, para volver a cantar y para que puedas estar en condiciones de darle algo a alguien, en caso de que apareciera. Ahora estás más cerca de la terapia intensiva que de la terapia holística. ¿Hasta cuándo podés aguantar sin dormir y comiendo mal?
    -Contame un poco más, le pedí. Se iba haciendo evidente que necesitaba aferrarme a algo o a alguien. Supongo que en mis oraciones pedía con tan poca fe que Dios no sentía ni cosquillas. Mis pasos habían perdido la firmeza que tenían en el verano, cuando salíamos a repartir volantes exponiendo mi causa.
    -Así me gusta.  No te voy a contar cómo es el tratamiento, porque tengo entendido que cada persona recibe exactamente lo que necesita. No hay pastillas, ni psicofármacos. Primero la palabra, la observación. Ella tiene una mirada que ve un poquito más allá, inclusive cuando le exagerás o le mentís, pero no te reta. Interroga, reflexiona, guarda silencio, te recomienda algunas acciones.  A veces te descoloca con una broma, pero practica el carientismo... es decir, la broma con afecto, la broma que te despierta, que te saca de la autocompasión y las excusas. Cuando supo que yo me dedicaba al comercio, que tenía empleados y cuentas en dólares pero mi sueño personal había sido jugar en la NBA, me miró con mucha ternura y volvió a la carga: "pero... como les digo a mis hijos: ¿vos tenés claro que es una fantasía?". Pies sobre la tierra, autocompasión cero, respeto y cariño. 
    Yo sabía muy bien lo que era la autocompasión, porque la venía practicando desde que me obsesioné. Si la terapeuta lograba sanar un poco eso, ya sería suficiente. Antonio seguía:

No hay comentarios:

Publicar un comentario