"Corríamos hasta el museo, que estaba justo frente al mar, para poder ver la furia de la naturaleza en su esplendor. Llegábamos hechos sopa. Las olas querían subir las escaleras de la rambla, amenazando algunas casitas que estaban demasiado cerca de la costa", comenzó a relatar.
Muchos me habían hablado de él, pero no tuve la suerte de conocerlo. Y mi anfitriona describía aquella escena:
"Recuerdo que una vez se ató una soga en la cintura, y la punta al picaporte de la puerta del museo, para meterse en ese mar furioso. Ese día tuve miedo, miedo de verdad", describió.
Ella no podía entender que yo buscara a una persona totalmente desconocida, de la que no tenía más que algunos indicios. "¿Pusiste avisos para buscar a alguien que no sabés quién es?", preguntó, sabiendo que no iba a poder colaborar en la resolución de mi más grave problema.
del capítulo AGUAS DE MONTE