Aldo Novillo, siempre al frente de su panadería |
Todo diario, revista, golosina, útiles escolares y gas en garrafas o tubos se compraban en el kiosco Sonia, ubicado sobre la calle Patagonia, frente a la plaza General Belgrano. Tempranito y con todo el frío del mundo salía Vahgn Larsen en su motocicleta a repartir el diario La Nueva Provincia puerta a puerta. Y mientras tanto, su esposa Sonia baldeaba la vereda y acomodaba todo para afrontar el día de trabajo. Todos pasábamos por ahí.
Vaghn Larsen lucía su gorro con orejeras de cuero, infaltable durante todo el invierno, y un saco de abrigo de tela verde militar. Acompañaba con sus botas de abrigo y guantes a la par, que lo protegían de los destemplados inviernos que afrontaba en su Siambretta cada mañana. Hombre de pocas palabras, parco y de escasas sonrisas.
Más adelante, o quizás paralelamente, el otro lugar de pasada era el kiosco de la terminal. Un kiosco pequeño, de golosinas y rejunte de hombres que con el tano Colantonio discutían de futbol y mujeres. Recuerdo los ojos celestes del tano y su uña meñique increíblemente larga. Su hija Diana era una de mis amigas. Los otros dos hijos: Roberto y Sergio. Todos viven en Monte aún y aquí formaron su familia.
(recuerdos aportados por Mónica Carmelino)
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